Hace 14 años, Andrés Rabadán mató a su padre disparándole con una ballesta. Fue condenado a 20 años de internamiento en módulos psiquiátricos penitenciarios. Desde entonces se ha casado, escrito dos novelas y expuesto tres veces sus inquietantes dibujos.En todo este tiempo no ha pisado la calle. Ni una sola vez. Ni el fiscal ni el juez se deciden a ponerle en libertad.
Obra prolífica
Rabadán ha escrito dos novelas: 'Historias de la cárcel', publicada en 1994 y 'Cursillo Devi', que saldrá a la venta el próximo otoño. Además, ha expuesto varias veces sus dibujos, que reflejan el mundo gótico de sus fantasmas.
Lector apasionado
A Rabadán no le interesa la televisión, prefiere dedicar su tiempo en la cárcel a la lectura. Dice que abandona un libro si no le engancha en las primeras 50 páginas. Ahora lee 'La hoguera de las vanidades' y dice que le gusta mucho. Entre sus favoritos están 'La montaña mágica', 'Las aventuras de Tom Sawyer', 'Bella del señor' o 'La campana de cristal'.
Vida artística 'intramuros'
El preso escribe, lee y dibuja. No le dejan tener lápices de colores, y por eso se limita al dibujo a bolígrafo.
Una de las páginas del cómic dibujado por Andrés Rabadán-
No ha querido dibujarse a sí mismo ni a su padre, pero tituló esta obra 'El perdón'.
Por otro lado Stefan Atzler,Alemán, descuartizo a un agricultor en la localidad albaceteña, España, cuando fue detenido, encontraron entre sus petenencias una "tortera" o tupper con un contenido escalofriante, tres trozos de carne humana,presuntamente para alimentarse. Y
un diario repleto de espectaculares y estremecedores dibujos, así como de poesías y relatos.
«Con vino negro del cuerpo muerto»
La investigación judicial permite desentrañar la personalidad de Stefan Atzler, un joven alemán tan sensible como violento, que mató a un agricultor en Jumilla y desmembró a otro en Albacete
De alguna manera familiar / en el sueño en casa / un cadáver viejo y gordo. / Matanza debajo del árbol de Navidad. / La luna pálida se refracta en la luz de la sierra. / Mira al péndulo. / Son las cuatro y pico, / y Freddy Kruger está conmigo. / Conversamos sobre temas serios, / con vino negro del cuerpo muerto / y problemas del alma, bien grandes. / Quiero que me enseñe la verdad / que vino sobre mí cuando estaba durmiendo. / También me enseñó tu cara / ¿o era la mía? ¿o la de ella? / Estaba en la niebla, muy triste, / muy sola, / no era la Madre de Dios... / Y alrededor de mi corazón se cierran / cuatro cuchillas oxidadas, / todo en una luz roja de carne y sufrimiento».
Sangra, más que escribe, cada verso. Lo hace en alemán, su lengua nativa, el cuaderno apenas iluminado por la tenue luz de la luna. Borracho, como cada noche. «El whiski quema la masa blanda que se ha establecido en mis circunvoluciones cerebrales y me hace indiferente». Junto a él, ovillado sobre la tierra desnuda, gruñe en sueños Chucky, su perro lobo, fiel y despiadado como la misma Muerte. «Mi pequeño ángel negro», le llama. Nada, sino el animal, le une ya a este mundo. Nada. Ni su madre, ni su hermano, que ni siquiera intuyen por dónde andan sus pasos.
Ambos, pobres monos bípedos desnudos pálidos blandos, son parte de ese engendro de la naturaleza, de ese imperdonable error del Sumo Hacedor que es la especie humana. «La humanidad –ha dejado escrito, inspirado por el alcohol, la rabia y el odio– es algo parecido a un chiste malo de la creación, una metedura de pata, un golpe bajo para la naturaleza, un golpe que la evolución se podía haber ahorrado, excepto los pueblos primitivos. ¡Verdad!».Así aspira a vivir: como un salvaje. Su compromiso es firme, auténtico. Vaga por los campos sin otra compañía que su fiero can, sin más defensas que una larga vara y dos afiladas navajas y sin más rumbo que su instinto. Duerme al raso. Se baña y bebe en los arroyos. Come lo que encuentra: saltamontes vivos que unta en mayonesa, conejos y liebres atropellados por los automóviles cuyos cuerpos destrozados encuentra en las cunetas. «He partido la liebre en trozos, he pasado una hora quitando la carne y los cartílagos de los huesos tan delgados. Y en un momento, cuando yo, el idiota, no había prestado atención, vino Chucky y ya tenía el espinazo en el hocico».
Todo lo comparte con el animal: alimentos, sueños, calor, lecho, dolor, destino. Perro y hombre, hombre y perro. Ambos son uno. Son uno y son lo mismo: un ser puro, fiel, salvaje, sensible, violento, desalmado, sanguinario y letal como sólo puede serlo, todo ello de una vez, la naturaleza. «De todo corazón deseo vivir lejos de los hombres, con Chucky en la naturaleza, en libertad. La esperanza está muy, muy lejos. Estoy triste y desanimado».
Se sabe tierra y sólo tierra quiere ser algún día. Ningún rastro dejar sobre el sufriente planeta, salvo el ajado diario, repleto de frases y versos sueltos y de dibujos a carbón de sobrecogedora e inquietante belleza y perfección, que porta en su mochila.Una mochila grande y negra en la que, además del cuaderno, lleva un carné de conducir alemán, un llavero con Cristo crucificado sobre fondo rojo, un reloj Casio de plástico, dos navajas con la hoja hoy manchada de sangre y una fiambrera con tres grandes trozos de carne. Tres solomillos humanos.
Sensible y romántico: «Ella estaba allí, delante del sol poniente, con su pelo dorado movido por el viento, su cuerpo en el reflejo de la luz. Tierna, como un soplo de otro mundo, como una princesa de hadas...».
Violento: «La veterinaria le ha diagnosticado a Chucky diarrea con sangre (¡23,20 euros!). Si alguna noche me encuentro con esa chapucera en un callejón, entonces ha llegado su última hora».
Perseguido por las pesadillas: «Había soñado que me había roto la mano derecha; estaba inflamada e hinchada de líquido. La situación empeoraba hasta que todo mi brazo era como un globo. Hice un orificio y entonces salió el líquido, pero la carne quedó blanda. Podía ver mis tendones y articulaciones moverse».
Atormentado, pero dispuesto a reinventarse: «No voy a darme por satisfecho hasta que haya terminado una lucha contra uno o más adversarios. He sido un cobarde toda mi vida, por una razón u otra. Siempre el miedo de que los otros se podrían reír de mí, que podría ser vergonzoso, que podría dolerme o que me humillarían. ¡Y ese miedo empeoraba todo!».
Consciente de su insignificancia frente al universo, a la poderosa naturaleza: «El viento sopla por los campos, y yo estoy muy solo y muy pequeño. Ya viene la tormenta. ¿Me romperá el cuello tal y como dobla la hierba?».
Visionario enloquecido y sanguinario: «Tengo una idea, una visión de un guerrero demoníaco con una armadura hecha de huesos, carne y cuerno. Lleva una ballesta, también hecha de cartílagos y carne roja; también la cuerda es orgánica. El virote es de hueso. Es el que con la conciencia tranquila mata a una madre preñada, la abre y sin escrúpulos termina con la vida de niños cuya vida ni siquiera había empezado. (...) Un guerrero de carne y hueso, sangre roja, cartílagos y tendones y una piel blanca como leche».
Un hombre sin control sobre sí mismo: «Cuanto más entiendo más tengo que resignarme, pero no me puedo excluir de ese concepto. Soy una parte, como un androide biomecánico, una marioneta con mando a distancia».
Un escritor a lo McCarthy: «El cielo brilla en la luz de la tarde con un brillo glorioso de sangre que se rompe ardiendo en los ríos. El viento se mezcla con el polvo de los huesos y sopla profundamente a las ascuas de color rojo oscuro».
(sepan disculpar la calidad de las fotos, pero es que busque por todas partes esas imagines sin poder conseguirlas,asi que tome unas capturas de you tube)
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