viernes, 12 de febrero de 2010

Breve relato (entre imaginación y realidad)






Precipicios Imaginarios


Siempre me pregunté como se sentiría caer al vacío, desde un décimo piso, desde la cima de un barranco, desde un balcón de apartamento, desde la terraza de un edificio.
Simplemente caer; extender mis brazos y abalanzarme sobre el aire, sin escuchar otra cosa más que el viento rompiendo contra mis oídos.
Es una pregunta que durante mucho tiempo dio vueltas por mi cabeza, como seria caer ?

Y mas importante aún, el después de mi caída. Qué sucedería, qué sentiría si sobreviviera. Y si no? Quienes serías los primeros en llegar a la trágica escena.
Dudo que esos pensamientos fueran suicidas; no, no lo dudo; estoy segura de que se trataba en realidad de una simple necesidad de sentir algo distinto, intriga de conocer sensaciones que desconocía, enfrentarme a situaciones desafiantes.

Siempre pensé que en el minuto final uno se ve verdaderamente a sí mismo.
Y quizás encuentra las respuestas que buscó durante toda la vida o el simple hecho de que todo está por acabar nos sume en una sensación de paz y desahogo.
Desinterés y abandono hacia todo lo que nos ata a este mundo. Hacia todo lo vano y material.
Quizás porque mi vida no era del todo satisfactoria, porque todo a mi alrededor me parecía absurdo y bastante aburrido.
Quizás por eso mi única necesidad era ir en busca de esas sensaciones.

Y fue un día de invierno; en el que esos pensamientos hicieron pararme en el barandal del puente que siempre debía cruzar para llegar a mi casa.
Así fue que lo conocí; yo miraba hacia abajo sumida en esa imagen de vacío, y su voz viniendo detrás de mí me sacó de aquel transe y volteé.
Recuerdo su cara, con esa expresión de susto, pero calma a la vez, ya que intentaba declinar mi idea de dejar este mundo; pero lo que el no sabía, es que yo-no tenía intención de saltar. Solo estaba parada allí, imaginando otra realidad.

Fue en vano tratar de explicarlo, el estaba completamente seguro de que se encontraba hablando con una suicida en potencia. En fin, le seguí la corriente y para darle el gusto ( o quizás jugar un poco perversamente) me hice la difícil por unos minutos, luego bajé y me mostré agradecida por haberme hecho cambiar de parecer, por haberme declinado de esa errónea decisión.
El insistió en acompañarme hasta mi casa, le dije que no vivía muy lejos de donde estábamos; pero comprendí su preocupación, porque de todas maneras, hace cinco minutos estaba en lo alto de un puente a un paso de caer, y el temía por mí. Estaba seguro de que lo volvería a intentar.
Caminamos pausadamente, cuando sentí que era el momento adecuado, le comente de mis frecuentes encuentros con las alturas, que en realidad lo hacía por gusto, que ese riesgo era lo que le daba sentido a mi vida. Creyó que estaba loca, no lo culpo, quien no lo creería. Pero algo en su mirada me hizo pensar que quizás me comprendía, mas de lo quisiera admitir.
Desde aquella noche comenzamos a vernos, cada vez mas seguido, hasta hacernos inseparables, en él encontré compañía y la cordura y sensatez de la que carecía mi existencia. Y creo que él encontró en misma sensación de intriga y necesidad que yo sentía al mirar hacia abajo.